La reconstrucción del barrio de San Nicolás (Nikolaiviertel) —arrasado por la virulencia de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial— tuvo lugar en la década de los ochenta con motivo del 750.º aniversario de la ciudad de Berlín, en torno a las pocas calles y manzanas que rodean la iglesia de San Nicolás (Nikolaikirche), entre el Rotes Rathaus y el Spree. Aquí la vida adquiere una textura distinta. Como de fotografía en blanco y negro coloreada con pastel. Todo parece transcurrir a cámara lenta; no hay ganas de zanjar cuestiones de última hora. Nadie busca atar un cabo suelto, ni los asuntos pendientes luchan por activarse.

La iglesia —de estilo románico tardío a la que más tarde se añadió el coro gótico— es el edificio más antiguo de la ciudad y data de 1230. Incluso conserva sus auténticos cimientos y su conjunto forma parte del patrimonio artístico de la ciudad. Las torres idénticas de 84 metros de altura —que tanto caracterizan a Nikolaikirche y que arañan con sus puntas el cielo— fueron añadidas en 1876. Su interior alberga restos arqueológicos, colecciones de arte sacro, una maqueta de la ciudad ambientada en el siglo XV y la Todespforte, obra del escultor Andreas Schlüter de 1700.

Digamos que la reconstrucción dotó a la zona de un rincón pretendidamente medieval aunque artificial —y no solo dada la cronología histórica obvia en la que se realizaron los retoques— en una de las áreas predilecta de viajeros, debido a su proximidad a Mitte, Alexanderplatz y otras atracciones turísticas en un radio de pocos centenares de metros. A excepción de la iglesia de San Nicolás, muy pocos edificios allí guardan relación con su pasado original. No estamos en Filmpark, pero podría serlo.

Reducto medieval de artificio

En Nikolaiviertel cuesta imaginar a habitantes perpetuos que otorgan a un barrio tal consideración y tan castiza categoría. Cercado por el contraste de Plattenbauten en los aledaños de Jannowitzbrücke y Danzigerstr., el barrio de San Nicolás hace tiempo que se ha consolidado como un remanso peatonal para colofón de excursionistas en su paseo plácido del itinerario de turno, donde no faltan terrazas y restaurantes a orillas del Spree (Spreeufer).



En el número diez de la plaza vivió durante algunos años el escritor Gottfried Ephaim Lessing. En Propststr. 11 está el minúsculo Zille Museum, dedicado a la colección privada del caricaturista Heinrich Zille (1850-1929), con profusión de escenas costumbristas de su época. Y junto al museo, el restaurante: Zille Stube, en Propststr. 9. Otro recinto dedicado al arte es el Ephraim-Palais, solemne palacete de la Propststr. 16, con su majestuoso chaflán.

Si cruzamos con cautela la avenida Mühlendamm, podremos encontrar reconstrucciones de edificios históricos, algunos destinados actualmente o en el pasado a dependencias oficiales, como el Schwerin-Palais, el Palais Podewil, el Stadtgericht Mitte (con elementos arquitectónicos en su fachada de Jugendstil) o el Altes Stadthaus. En Nikolaiviertel incluso es posible admirar los restos góticos de la que fuera la iglesia del convento franciscano del siglo XIV, la Franziskaner Klosterkirche (Klosterstr. 73), espacio que es aprovechado en verano para exposiciones de escultura desde donde pueden apreciarse interesantes perspectivas de la Fernsehturm.

Entre el Rotes Rathaus y el Spree

Al otro lado de la iglesia de San Nicolás se encuentra Zum Nussbaum (Am Nussbaum 3), posada original de 1571, aunque de aquella época intuimos que ya solo conserva el nombre. En Paddenwirt (Nikolaikirchplatz 6) se ofrece cocina tradicional berlinesa a precios que podrían no obligarnos a pensárnoslo dos veces. Otro restaurante de la zona abarrotado de visitantes locales y foráneos es Brauhaus Georgbräu (Spreeufer 4).

En la Propststr. 23 se halla la bodega Wenkeller, en las proximidades de la Knoblauchhaus, edificio-museo que sirvió de vivienda familiar al arquitecto Eduard Knoblauch (1801-1865), artífice de un buen puñado de edificios berlineses entre los que destaca la sinagoga de Oranienburger Str. Parte de ese espacio se dedica a exposiciones temporales. Uno de los restaurantes más populares de la zona es el Zur letzten Instanz (en Última Instancia, Weisenstr. 14), un local que data de 1621 en las cercanías del Stadtgericht Mitte, cuya irónica carta —como indica el propio nombre del restaurante— homenajea con cierta sorna la jerga jurídica. Su apacible terraza es una de las más hermosas y genuinas de la zona.

Como ya apuntamos, en la superficie reducida de este rincón cordial de Berlín predominan los turistas de guía en ristre entre la tranquilidad y el sosiego que confiere pasear dejando a nuestras espaldas —aunque se mire a menudo atrás— fachadas acicaladas en calles empedradas, peatonales y estrechas. No sobra ni un solo local en el que establecer otra tienda de artesanía, otra joyería, otra relojería, otro comercio de souvenirs de sempiternas postales y osos de peluche inevitables e indisolubles para Berlín, otra mantelería, otra boutique de ropa y complementos, u otra tienda de antigüedades dándose codazos con mesones y restaurantes.

Donde Propststr. culmina, cerca de la estatua de San Jorge y el Dragón custodiada por un remanso de terrazas, es posible escupir en el Spree, picardía menor solo si la insolencia de un niño travieso lo estimara oportuno. Desde allí  se distinguían antes los restos del Palacio de la República (o casi el nuevo Palacio Real) y los barcos que surcan el Spree durante rutinarias excursiones. No hace falta aguzar demasiado el oído para cazar al vuelo la palabra “renoviert” —que tan bien le viene al barrio— desde uno de los altavoces que aleccionan a la tripulación de un bote cualquiera de la flota Rederei Riedel que —ya mencionamos—opera por la zona. Un breve repicar de campanas anuncia que son las dos de la tarde mientras los turistas se ayudan, dándose indicaciones  —a veces certeras, a veces inexactas— los unos a otros. Incluso, incluso es posible alcanzar a ver el brillo en sus ojos antes de que se pierdan en la difusa multitud.

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